martes, 31 de mayo de 2011

Pásame tu "cáncer" pero que nadie mire.

¿Fumar es rico? ¿Cuál es lo placentero: los mareos, los labios secos o la baja de presión? Ahh, ya sé, el olor del humo que se te pega en el cabello y hace pensar que fumaste cuando en realidad fue alguno de tus amigos, al que después haces pasar como "un señor que esperaba al lado" cuando tu mamá te pide explicaciones y no tienes un DNI azul para escudarte. 


Treinta y uno de mayo. Nueve con treinta y seis de la mañana. Muchachos en polo blanco salen repartiendo globos con cigarros parchados y volantes de "instrucción". Uno de los muchachos lidera el grupo e ingresan a la universidad más cercana de su punto de "concentración". Anuncios por doquier. La mancha blanca ingresa a lo poco de área verde del campus y se cruza con un grupo de amigos. Uno de ellos fuma. El líder del grupo, justificando su causa, intenta iniciar un debate con objetivos tan claros -para él- como el de "salvar vidas". El chico muy amable, apaga su cigarro y lo escucha sonriendo, con visible intención de valorar el esfuerzo del que intenta ser ejemplo. Luego de lo que bien pudo ser una charla concientizadora, éstos últimos se despiden con un apretón de manos y los puntitos blancos se alejan.


Primero de junio. Miércoles. Ocho con cuarenta y dos de la noche. Cafetería. Un joven mientras espera a su enamorada cree conocer a quien llena documentos en la mesita de al lado. Se acerca.
-          Oye, ¿tú no eres el de la campaña anti-tabaco de ayer?
-          Ehh! Hola! - responde el segundo, mientras intenta ser discreto al            apagar su cigarro.


¿Qué ganamos? Un globo, creo.

domingo, 29 de mayo de 2011

Mientras llovía.

Eran como las cinco de la tarde cuando salí de mi casa. Salí más o menos abrigada porque mi amiga me dijo que estaba lloviendo a cántaros por la suya (yo tenía que recogerla). Iba a encontrarme con Fiorella, Franco y José y sí, era muy cierto eso de que el cielo se deshacía en lágrimas. Fue tal el aguacero que vi cómo Fio pedía aventón para cruzar de una esquina a otra. Yo llevaba en la cartera las Crónicas y el cuadernito donde siempre escribo. Éramos felices conversando mientras caminábamos bajo la lluvia; esquivando los charcos de agua y cubriéndonos con los paraguas para que los carros no nos mojen al pasar. Veía el calor de mi aliento surcar el frío de la noche, disfrazándose de blanco para confundir a quien me viera y haciendo creer que fumaba. Jugaba con eso desde niña y me emocionaba, lo confieso. Caminamos un trecho largo cuesta arriba, para encontrarnos con gente que no conozco y de la que tampoco me acuerdo. Eran buenas personas, eso sí: amigables y divertidas. No las recuerdo no porque no quiero sino porque no puedo. Mi memoria es tan o más mala que mi suerte. Caminamos mucho, ya sin José que se quedó atrás con esos amigos. Éramos Fio, Franco y yo bajo la lluvia. Franco me dio un librito que hasta ahora no se lo devuelvo y no sé por qué. Tres días para Mateo, creo que era.   Lo leí tres días después. Un cuentito, corto pero bonito; de esos que te dejan pensando. Esa vez pensé en vivencias de muchachos de colegio; cosas que se hacen con la pura intención de experimentar y probar cosas nuevas. Cosas que pueden hacer daño o dejar lecciones buenas. ¿Pensé lo mismo cuando las probé? Tal vez, fue hace tanto que ya no lo recuerdo. Compramos un par de cosas y compartimos buenas horas, ahí bajo la lluvia que todo lo  mojaba. El cielo se hizo oscuro, los carros nos seguían mojando y los conductores se hacían los que no veían nada. Maldita gente, a veces pienso, que por divertirse un poco, sin querer, incomodan a otros. Si lo que menciono lo hago en nombre de ese jean blanco que terminó gris, sería exagerar; pero si lo hago pensando en todas esas veces que herimos a alguien y ni cuenta nos damos, sería contradecir la mentira. Ahhh... vaya libro, vaya día. Todo lo que pensé mientras llovía.