viernes, 29 de julio de 2011

Qué imbécil.

A pesar de que me gusta leer siempre tuve problemas al leer las indicaciones. Guías de uso, instrucciones, bases. Por una terrible e injustificada razón me acuerdo de alguien que siempre me llamaba la atención por no hacerlo, digo, por no leer las guías de uso, indicaciones, bases, instrucciones y demás mariconadas que siempre obvié. Odio hacerlo. 

¿Acordarme de esa persona? Sí, también.

También odio no detenerme a leer aquello que podría sacarme de un apuro. Algo me dice que esta nota será corta. Algo así como un Blooper. Bien, bien. Soy una idiota. Completa y verdadera idiota. Jaja. Se acuerdan del concurso de los 20 blogs? Sino, pueden optar por distraer su vista por el lado izquierdo de la pantalla, un poco más arriba, si es que mis cálculos espaciales no fallan. Tengo 25 votos, a pesar de que en el evento de Facebook 167 almas pusieron asistiré

Estoy jodida.

Y no lo dije porque sólo mis amigos cercanos sean los que me hayan regalado dos minutos de su tiempo, no. Bueno ahora que lo menciono, creo que también por eso jaja. Digo, si es que el blog fuese algo despampanante sería yo la que tuviese el mayor puntaje de mi categoría. Por cosas de la vida me aventuré a ver el puntaje de los demás blogs. Era lunes, lo recuerdo porque lo vi el mismo día que creé el evento. El 550 de ese lunes se ha convertido en un glorioso 647. 

Mi 25 no creció más.

Desde el primer momento me causo gracia, yo sabía que no iba a ganar. De hecho, el 647 está muy bien puesto. Bien merecido. Entré al blog a leer un poco y sí, jala la atención. Entré a un par más de los que iban punteros y sí, bueno, también tenían jale. Y empecé a comparar.

Bendito el que dijo que comparar sirve para descubrir nuestros errores.

Lo único en que se parecían esos blogs era precisamente lo que más diferían del mío. Traducción: Lo que los hacía iguales, era justo lo que me hacía diferente de ellos. Okay, okay, palabras claras. Todos ellos hablaban de cosas que, los jóvenes no solemos hablar. Me explico. Eran personas veinteañeras, quizás treintañeras. Eran viejos, eran adultos. Adultos de blogs adultos con contenido adulto cuyo enfoque de interés era exclusivamente de adultos. ¿Mi error?

Me equivoqué en la jodida categoría.

Casi obedeciendo a mi sonrisa de "Soy una idiota y ya sé por qué", clickeé el link que me llevaría a la confirmación de mi idiotez. Categorías. Arte y Cultura, Blog personal (donde me inscribí), Twitter, Facebook, Literatura, Ciencias, Deportes, Educación, Entretenimiento, blablá blabla blablablablablabalbalbalbalbalbalbalbal...

TEEN BLOGGER, ¡COÑO DE LA MADREEEEEEEE!

Solté una carcajada terrible y hasta ahorita sigo riendo. Cierro los ojos y meneo la cabeza de lado a lado como quien dice: Qué imbéeeecil. Jajajaja Así jamás iba a llegar pues. Mis 25 en "Teen Blogger" sí serían decentes y muchas otras cosas fueron claras para mí. ¿Cómo no me di cuenta? Vi las bases de nuevo y VOULA! 

Cómo voy a leer eso pues, me dije ignorantemente, sólo para sentirme mejor.

Pero es mentira, YO DEBÍ LEERLO. Ahora que lo pienso, tal vez sí lo leí pero no le presté mucha atención. Quién sabe, bueno, el punto es que estoy más que arruinada porque tendré que esperar al siguiente año. Qué imbécil.

miércoles, 27 de julio de 2011

Hoy dos gringos me hicieron feliz.

Ayer me quedé viendo películas hasta altas horas de la madrugada. Hasta las cuatro y treinta, para ser exacta. Es como si hace mucho no hubiera visto pelis, y bueno, es cierto. Parece que me he pasado AÑOS sin ver alguna. Supongo que por eso me desquité. Ya cansada, con hambre y un ardor en los ojos, me dispuse a dormir. Cerré la laptop, que estaba caliente y programé un par de alarmas en el celular. Yo entro a trabajar a las once. ¿Creen que desperté temprano?

NO.

Las alarmas que programé sonaron a las 7:30 am. No las sentí. De la cama me paré a eso de las diez y cuarto de la mañana, a punta de los gritos casi histéricos de mi abuela que no paraba de renegar; acto que a mí me atormentaba. Con los ojos chinos y adormitada me metí a la ducha. Me distraje, como siempre, en el espejo. Detuve mi mirada fijamente en el rasguño que me hizo mi perro hace ya casi dos años. Veía la cicatriz, la acariciaba. Recordé ese día. TERRIBLE DÍA. Clifford -mi perro- se enfermó y teníamos que llevarlo a la veterinaria. El solo hecho era complicado así que llamamos a la doctora para que sea ella quien lo recoja. Accedió, el trato era que nosotros lo pongamos en el... 

¿cómo es que se llaman los... portamascotas?

Toda una hazaña. Las cosas iban marchando bien, hasta que al subir a la camionetita la maldita "jaula" se abrió y FUAA! tremendo zarpazo el que recibió mi pómulo. Bonita cicatriz. Pequeña, es cierto. Nadie lo nota, sólo yo. Miraba mis pestañas, que estaban -inexplicablemente- más dobladas que nunca. Busqué en mi frente la presencia de algún granito. Mis cachetes colorados. Veía si mi cabello había crecido o si seguía corto. ¿Crees que ha crecido como esperaba que lo hiciera?

NO.

Me despeiné. Colgué las toallas, vi el celular y COÑO. Era demasiado tarde. Aunque para todo lo que hice, pareció me quedé una eternidad viendo la cicatriz, pestañas, frente, cachetes y cabello. En realidad fueron diez minutos. Me bañé rápido. Asustada por las cosas que tenía que hacer y con la imagen de un terrible tráfico que no se me borraba. Miré la pared y las esquinas del techo. Siempre lo hago, o bueno, al menos desde que pasé el susto de mi vida. Una mañana escolar de esas que no vivo hacía siete meses, en las que para variar me despertaba tarde, me metí a la ducha obedeciendo a mi rutina. Estaba atrasada. Por alguna razón vi la pared. 

Una araña.

Cerré los ojos para que el shampoo no los hiriera y planeé bañarme lo más rápido posible para alejarme pronto de ella. En cuanto los abrí la maldita había desaparecido. Sentí esa sensación amarga que te anuncia un desagradable desenlace. Miré hacia todos los lados, con la fe de que iba a encontrarla, pero nada. No había ni rastro. Cerré los ojos de nuevo, dispuesta a duplicar mi velocidad y así poder salir. 

Hasta que siento un cosquilleo, joder.

Di un grito de esos que usan en las películas de terror. Empecé a sacudirme, a llorar. Gritaba desconsoladamente y no intentaba sacudir mi pierna con las manos. Entré en shock, qué sé yo. Mi abuela abrió la puerta del baño y me encontró ahí, a la intemperie. Gritando y llorando por la arañaza que tenía en la pierna. Fue asqueroso, fue amargo, fue incomparablemente repulsivo. Fastidioso. Molesto. Desapacible. Enojoso. Incómodo. Irritante. Repugnante. Yo lloraba, sufría, gritaba y me sacudía. ¿Crees que la araña caía al piso?

NO.

Era como si estuviera pegada y eso me hacía gritar y llorar más. Hasta que mi abuela tomo la toalla de manos y de un solo tiro la hizo caer. Entró con prisa y la pisó. "Era grande", dijo. Yo lloraba y sufría. Odiaba tanto como ahora a los insectos, arácnidos y demás invertebrados odiosos. Malditos sean. 
Miré la pared y recordé eso. Siempre lo hago, ha creado un trauma en mí. Me apuré en bañarme por dos razones obvias: No llegaría a tiempo al trabajo y temía que de la nada aparezca una araña. Claro que la segunda menos sensata que la primera pero igual de importante. Por más que salí de casa sin tomar desayuno... ¿Crees que llegué a tiempo?

NO.

Entré apurada, me cambié y empecé a atender pedidos. La gente de siempre. Primero, el señor de sombrerito que no sé por qué me hace pensar en esos americanos llamados JOE. Esta vez, a diferencia de otras, acompañado por una niñita que parecía su nieta. Luego las dos señoras que trabajaban en el banco de media cuadra más abajo. El señor de la chocolatería. Hoy fueron dos señoras que nunca vi. La chica de la Convención Minera (a la que no le gustan los bordes de la sopa cuando se mueve) con un señor. La francesa que habla el español de España (valga la redundancia, ojalá se entienda). Dos señoras argentinas que me preguntaron cómo llegar a no sé qué agencia.

Discúlpenme, mala elección tuvieron. Yo a las justas me ubico en el camino de regreso a casa.


Para no perder la costumbre, llegaron las otras dos francesas, que a diferencia de los otros turistas sí piden azúcar en su refresco. El señor delgadito, que siempre anda con una chompa de vestir y que a juzgar por su habla y actitudes, bien puede ser un profesor. Hoy no fueron los señores del banco, que son tres y siempre me preguntan el nombre; en su mesa se sentó una pareja que no había visto. "Buenas tardes, su ticket por favor". 

Nou, lo siento... No ha-blo español.

Ahh, joder... A mi mente volvió el recuerdo de aquel señor -francés, también- que pretendía desenvolverse por la vida sin saber español y mucho menos inglés. ¿Cómo coño se puede explicar una carta en señas? Estábamos arruinadas, faltaba poco para que empecemos a dibujar ensaladas y sopas. ¿Cómo le explicas a alguien que tiene que acercarse a la tavola a elegir hasta cuatro opciones. ¡EL HOMBRE NO SABÍA INGLÉS! Fue tristísimo, pero a la vez memorable y para qué decir de gracioso. Sacudí aquellos recuerdos de mi mente y lo intenté, por si las dudas. "Speak english?" "Oh, Yeah".

BUUUFFFFF!

Hasta que una ráfaga de realidad me bajó de mi encantadora nube: mi inglés no es precisamente el mejor del mundo. Hacía mucho que abandoné las academias para resignarme al escatimado inglés del colegio. Los únicos que abogaban por mí eran los diálogos de Two and a Half man que me pasé viendo las vacaciones del año pasado, las canciones que suelo escuchar y las películas que vi en la madrugada. Hice lo mejor que pude y al parecer tuvo resultado. Bien, bien. Good, good. No estoy tan oxidada. En serio me hizo feliz. Eran londinenses. Encantadores, ambos. Curiosos, preguntones. Bueno... yo también preguntaría qué es lo que como si es que viajo a un país con una cultura completamente diferente. Estuvieron un promedio de treinta minutos. Yo volaba en felicidad, mi nube llena de gracia con enormes letras escarchadas:

¡BIEN! ¡NO HABLO PIEDRAS! 

Pero si hasta entonces el día era bueno, no conté con que pudo ser mejor. Cuando terminaron, se pusieron de pie y se despidieron con su español masticado. "Ouh muy rico la comida peruano, gracias, gracias". Vi la mesa y encontré aquello que me haría el día: Una servilleta con un billete de cincuenta dólares encima!

No, mentira

Jaja, bueno lo de la servilleta sí es cierto. Estaba escrita con notables nervios. "Muchos Gracias!" Fue encantador y gracioso. Dirigí mi vista hacia la entrada y me sonrieron. Bien, bien, fue tierno. La servilleta dio a parar en mi billetera y el billete de cincuenta dólares que en realidad fueron poco más de diez soles, también.

domingo, 24 de julio de 2011

Feel like a Journalist?

No me cuesta reconocer que a las mujeres les gusta el fútbol. Nada que ver con lo que dicen: "En sí no les gusta el fútbol, lo que les gusta son las piernas de los jugadores". Bueno, en esto último puede que tengan razón, pero no hay que generalizar. Y es que... ¿acaso uno no se puede emocionar con un gol? YO, POR EJEMPLO, me emociono mucho. Yo no puedo ver un partido tranquila, si está jugando mi equipo puuuuucha... la cosa cambia. Cuando meten goles, la sensación es única: Algo aflora desde el estómago y empieza a invadirlo todo. Pecho, cara, un cosquilleo en los brazos. Dan ganas de gritar y la vista se nubla.


Algo así como GOOOOOOOOOOca Cola. ¿LA VIERON?

El peruano siempre ha tenido muchas expectativas respecto a su selección, que siempre dejaba mucho por desear en el pasado. Pero está bien dicho: Eso fue en el pasado. Un taxista me dijo que antes, en la primera ronda de la Copa América nos eliminaban. Que no daban ganas de ver, que hasta nosotros mismos renegábamos de ellos. Que no valía la pena.

Dijo que antes no podíamos ni soñar con acariciarla.


Al principio, parecía que todo iba a seguir el mismo rumbo. En Facebook lo molestaron mucho a Markarian, y si me permito una autocorrección: no sólo lo molestaron a él. No sé si fue o no una virtud participar en la GUERRA DEL PACÍFICO v2.o. Un día, si mal no recuerdo fue sábado, desperté y antes de ir al trabajo -sí, bueno, estoy trabajando y se puede decir que es la principal razón de la ausencia de posts aquí- entré a internet para darle una ojeadita.

No, bueno, en realidad no sé para qué entré.

Supongo que es la costumbre, en fin. El hecho es que... no sé cómo es que de la nada me veo en una página cuyo contenido era altamente ofensivo y violento en contra los peruanos. No en contra de Keiko, no en contra de Humala, no. De ellos no fue el show. Susodicha abarcaba a todos. TODOS. La gracia, según mis averiguaciones, estuvo en la red hacía tres días. TRES DÍAS RECIBIENDO INSULTOS! ¿Cómo es que no me enteré antes?, me pregunté. Obviamente, me indigné. Contra el tiempo y a pesar de su contenido, le resté importancia. Lo tomé como un plus gracioso y me fui... Si es que para ese momento la página no tenía mucho movimiento, cuando volví todo cambió notoriamente.


Qué barbaridad, por mi madre.


Una artillería de insultos, groserías y demás mariconadas irreproducibles que, además de dar risa por lo patéticas que eran, daban cólera. Herían la autoestima de cualquiera que resida entre Tumbes y Tacna. Claro, el peruano se defendía. Y se defendía bien. Me hubiese encantado guardar un par de imágenes que circularon esos días, pero no pues, más caracola, no guardé ni una sola.

Pero mejor, qué iba a hacer yo guardando tanta hue3ada.

Pasaron los días, las agresiones iban en aumento. Un hecho que calentó el incendio fue el Perú - Chile. Uuuuy no, para qué contarlo. Todas las agresiones se convirtieron en una sola palabra. AUTOGOL. Que el autogol por aquí, que el autogol por allá. Buff! ¿cómo defenderse de esa? NO había forma, era demasiado evidente.

ÁÝ! Péró sí lós pérúánó cómépálómá nó són má cúlíáós! hácién áútógól y quérí diéféndér á sú éqúípóh cúlíáó!

TERRIBLE! Yo me espanté de ver tanta tilde junta. No quiero pecar de criticona o pleitista pero... es que acaso la amixereada se fue hacia el sur? HAGO LA ACLARACIÓN, QUE NO ERAN TODOS, pero sí algunos. En fin, me voy al hecho de leer cosas -más graves que la anterior, en su mayoría- indiscutiblemente ofendían el ego blanquirrojo. El peruano tuvo que lidiar con esto alegando que Chile no ha ganado - en toda su historia- una sola Copa. "Las únicas copas que Chile conoce son las de vino". Todo se puso al rojo vivo, insultos hacia Machu Picchu, debates del Pisco, estabilidades económicas, fotos de edificios, discusiones de modernidad y demás desfilaban en más de una página que dedicaba su origen al eterno Clásico del Pacífico que se trasladó de lo físico a lo virtual. ¿Qué respondió el peruano? "El pisco es peruano, el mar es peruano y hasta los goles de Chile son peruanos"

Tras eso, leí unas mentadas de madre... increíbles.

Era casi admirable el ingenio del que todos se hacían dueños al momento de insultar. Cosas que daban risa, verdades que daban cólera y burlas injustificadas y mal hechas que daban más cólera aún. Todo esto hasta que Venezuela eliminó a Chile. Uy no! Todo el ego mapuche y las defensas que hasta aquel día parecían sólidas -incluso con ansias de aplacar a los cholos- se vieron de cara al piso. Un mar de sarcasmos:

"Las únicas copas que Chile conoce son las de vino... pero las que mejor conoce son las de vino tinto!!"

La disputa se dilataba a pesar del buen número que hacían entre peruanos y chilenos para hacer la paz. Venezolanos y peruanos, hicieron al parecer un pacto anti-mapuche por lo que Chile empezó a dar golpes bajos. Más de una vez me pregunté cómo es que actúan aquellos que viajan hacia el sur en miras de prosperidad, solvencia y éxito, digo, porque en los comentarios que leí vi algo que sólo podía adoptar dos nombres: realismo o xenofobia.

ALTO, bien... me siento narrando un partido de fútbol, jaja.

Uruguay nos desplaza, las páginas antichilenas se agobian y Chile entero esboza una sonrisa. "Chile no tendrá la Copa pero Perú tampoco". Aquí es donde la gente, al parecer, se aburrió de la violencia. Los ignorados que vociferaban paz al fin fueron escuchados. Empezaron los tratados de paz y los chistes. Se acabaron los insultos, la gente sonreía... me atrevo a decir que hasta coqueteaban. Sí, coqueteaban con aquellos con los que días antes habían iniciado una rueda interminable de dimes y diretes que sólo hacían más profundo el sentimiento de rivalidad que se respiraba en la atmósfera virtual.

Hasta que llegaron las semifinales: Perú - Venezuela. Se acaba el "tratado".

Entre todas las opciones, los autodenominados soldados virtuales del Perú decidieron seguir en paz con Chile y tras los cuatro goles que hicieron gritar a más de uno de la emoción se leyó "Chile, el Perú te ha vengado". No sé qué puedo decir de todo esto. Creo que esta ha sido la semana en la que más peruanidad se ha sentido. Al menos yo me sentí más peruana que nunca, claro que hubieron los que inútilmente se preguntaron qué tanto le apasiona el fútbol a la gente y creo que hallé la respuesta.

En realidad es más que fútbol.

Es la representación de tu equipo, de tu país. De la tierra que es tu hogar y de su gente. ¿Se necesita algo más? Si no sentimos ese cosquilleo, esa piel de gallina y esas hormigas incandescentes en el pecho cuando el Perú logra algo, no merecemos ser peruanos. A los que están en desacuerdo conmigo, lo siento, no acostumbro a cambiar mi opinión sólo porque a un puñado le desagrada. Si no gritas, si no te emocionas, si no lloras y si no asumes roles defensores por tu país ¿por qué país lo harás? Mujeres, hombres, da igual. El fútbol es uno de los deportes que despierta pasiones y que mueve masas, reconozcámoslo. Aunque es verdad, no sólo debería ser el fútbol. En realidad el voley también nos hace inflar el pecho, pequeño error de la prensa el no difundirlo con igual énfasis. En fin.
Con la Copa en manos Uruguayas y multitudes que ovacionan a Markarian, me despido. Ojalá comentando de un Perú en el mundial.


miércoles, 13 de julio de 2011

Caligrama a la media noche.

                    La Luna en el cielo está reinando
             son la una y diez,        el reloj caminando
           la noche es densa,          el ambiente cargado
        mi memoria perversa,                el destino errado.
       Las dudas.      L a s d u d a s i n v a d e n m i s e r
       Y mi mente,                            a lo lejos, bosteza.
   
           Mi mamá, la imagino detrás de        un beso
              que el café                        aún recuerda
                   el rosado vigor de su respiración
                           e n t r e c o r t a d a
 

                                                                     con aires          de infancia
                                                                   y  sabor  a      dolor  d u l c e ,
                                                               que empinado, me seduce al ayer.

                                                            Al ayer  y  a l  o l v i d o , que no olvido
                                                            pero que corro                     el riesgo
                                                               de querer y no odiar lo prohibido
                                                                        encontrando   se alegra
                                                                          m i m e n t e c r u e l
                                                                                                                                   
                                                                                 que busca
                                                                                    y calla.

martes, 12 de julio de 2011

Amnesia para olvidar. Ilusión para creer.

Salí drogada del recinto. El Sol era insoportable, sencillamente eso: insoportable. La cabeza no me respondía y la consciencia pareció abandonarme por instantes. Creí estar soñando, creí estar muriendo, creí haberme separado del concreto y estar no en cuerpo sino en alma. En abstracto. Mi alma. Mi espíritu deambulando... El mundo ya no era el mío y yo no era yo en esa fracción de hora. La gente me parecía sorprendente. La vida me pareció incierta y el día me pareció eterno.

Salí drogada del recinto, porque intente llamar a alguien y era yo la que no respondía.

No recordaba haber consumido nada inusual, me reafirmé en lo abstemia y me confirmé en lo miedosa. No alcohol, cero drogas. Me sentía... un alma en pena. ¿Habré muerto acaso? No lo sé, pero todo era... extraño.
Salí de la Biblioteca. y crucé la pista con miedo a que, dada la falta de respuesta de mis sentidos, un vehículo me atropelle. Me atropelle y muera de verdad, porque la que tenía era una muerte de mentira. Lo que tenía era un exceso de información, un control mental del que sin querer Bayly se había adueñado horas antes. Y eso que no había terminado el libro que leí. Estaba viviendo mi hoy con la resaca del tormento emocional de la que me hice hacía dos días. Nunca creí que fuese tan malo eso de recordar a la gente del pasado, a los amigos que perdí, a los que estoy perdiendo. Jamás pensé fuese tan terrible hacerse de arrepentimientos y culpas de cosas que "superé". 

Y en realidad son mariconadas, por no decir groserías.

Y QUIÉN ENTIENDE A LA GENTE. Slipknot definitivamente no. Su canción me relaja, me hace recuperar el buen humor perdido. Me hace borrar esa cólera efervescente que siento por aquellos que algún día creí querer. Y son muchos, es verdad. La mente iracunda no distingue el género y sólo se redime en el llanto y en el tecleo, que parecen ser los únicos dispuestos a otorgarle paz. Caminé hacia la avenida, con el mareo latente y el desligue de la realidad a flor de piel. Por mi mente cruzaron mil de situaciones que viví y otro mil de las que pude vivir. Un ciento de palabras que no dije, y otro ciento de las que me arrepiento de haber dicho. Tal vez sea un millar si cuento con las que debí decir. 

Malogrando se aprende.

¿Cuánto es lo que tengo que malograr para saberlo todo? Hasta ahora, creo que si lo traslado a contextos gastronómicos, creo que he dejado sin comer a toda la generación de los hijos de mis hijos. Si es que el karma existe, los nietos de mis nietos se las han de ver negras y sé que en venganza, no me visitarán al cementerio, o dondequiera vaya a parar con mis gusanos. 

Mis gusanos.

Aún no he muerto y ya me siento devorada. Devorada por las culpas, devorada por el arrepentimiento, devorada por la ira y por la incertidumbre. ¿Cómo es que suceden las cosas sin que uno lo note? ¿Qué tan graves son los asuntos que uno deja pasar y hacen de las suyas a nuestras espaldas? No se puede atender a todo lo que acontece, porque evidentemente hemos de discriminar lo que no importa de nuestras prioridades, pero... ¿Qué sucede cuando debería importarnos aquello que no creemos debe primar?

Ahh... por tonta me pasan las cosas.

Malditos impulsos, malditos sentimientos. A veces son los culpables de lo que vivimos. No hacen mal en decir que veamos nuestro pasado y sabremos las causas de nuestro presente, pensemos las consecuencias del presente que serán las causas de nuestro futuro. En análisis como éste caigo en cuenta de por qué las personas usan como "excusa" el querer estar solos. "He salido de una relación problemática y de momento, no me siento lista para una nueva". O sea, es tonto pero es cierto. A veces creo que es cierto. Eso de lo que tanto hablan los chicos. "Me canceló con el floro de siempre, que no quiere tener enamorado porque la lastimaron". 

Es cierto, joder, ¡es cierto!

No es una excusa, no es una salida barata. Es ser sincera y directa. Allá que otras (y otros) usen esta mágica combinación de palabras para salir campantes de situaciones engorrosas, pero la "excusa barata" es una razón que, ahora pienso, debe ser considerada como válida. Es verdad, nadie puede saber lo que siente otro salvo dos excepciones: ponerse realmente en su lugar o haberlo sentido, y yo que lo siento ahora, no tengo más dudas al respecto. Caminé un poco más negándome a cerrar los ojos. El mareo era mortal y el Sol no ayudaba. La vida, la gente y la consciencia se habían puesto de acuerdo para otorgarme lo inhumano en esa recta de acera. 

Que se hacía larga e interminable.

Tomé el bus de regreso porque aún era lo suficientemente consciente de que mi familia se preocupa por mi paradero. Me quedé pegada a una de las barandas, y con eso me refiero a esas veces en las que uno se queda mirando como estúpido algo pero en realidad no está mirando. La mirada perdida, el bolso caído, el cabello algo alborotado y la palidez facial casi combinaban con las zapatillas rotas y la mente en alguna otra dimensión paralela. Ya casi lo había olvidado todo. Miraba a las personas y me distraía intentando adivinar sus vidas, como hago siempre que estoy aburrida.

Y subió alguien.

Subió un chico anónimo en el que encontré casi todas las características causantes de mis dolores de cabeza: mirada penetrante pero distraída y esa actitud despreocupada. Todo eso sin mencionar el parecido físico. Bien. El extraño me hizo pensar en que mis intentos por olvidar el asunto eran inútiles. Voy a vivir con eso, siempre. Por más libros que lea para distraer mi mente, siempre habrá un autor que me haga reconocer lo iracunda que soy, lo común de mis "desgracias" y mi escasa -y al borde de lo inexistente - suerte. Mientras seguiré apasionándome por la libertad, por la defensa de mis credos y por el respeto a mis convicciones. Seguiré siendo de la idea -de recientes luces- que alude al "me lastimaron y no quiero nada por ahora" hasta que de mí se hagan la amnesia -para olvidar- y la ilusión -para creer-. Me despedí con la vista de aquel desconocido y mi adiós fue para siempre. Un adiós eterno a él y a sus clones.

lunes, 11 de julio de 2011

Cicatriz.

No quería responder con un “Si” o un “No”. Es más, no sabía con cual responder. Lo miré a los ojos. “Por favor no me hagas esto”. 

¿Te puedo dar un beso?

Cohibida. Me sentía cohibida, intimidada y por demás: avergonzada. Miraba a la gente y parecía sonreírme. Lo miraba a él y un verde me penetraba. Hace un momento habíamos hablado. Parecía conocer mis secretos. Me siento un libro abierto.

Te puedes arrepentir si no lo haces.

Me sentía al borde de un abismo. Me sentía una enferma de acrofobia con veinte leones persiguiéndome y yo, al borde de un abismo. Era como si mi única salvación fuese una soga. “Cuélgate de ella y cruza”. ¿No había otra forma? ¿Bajando, cruzando a pie y volviendo a escalar? ¿Me arrepentiré si no lo hago? ¡Bah! Es sólo un beso. Para cuando volteé, sentí sus brazos rodear mi cintura, un aroma amaderado a tabaco y mi presión descendiendo. Cerré los ojos y me dejé arrastrar.

Eran las diez de la noche y en la radio sonaba Campo de Almas. Quería dormir, pero no podía. “Qué he hecho”. Las cosas fueron rápidas después de ese primer beso. Sí, primer. Ese fue el primero de los tantos. Cuando al fin nos pudimos separar, me abrazó. La vida parecía sonreír de oreja  a oreja. A partir de ese momento mis sentidos se bloquearon, era como si me hubiesen sumergido en un gel verde y no pudiese escuchar lo que mi consciencia decía. Probablemente ni siquiera hablaba. Dimos unos pasos más en el centro comercial.

¿Quieres ser mi novia?

OH Oh. Es muy rápido para entrar en algo así. Hace seis meses no estaba con nadie. “Puedes rechazarlo o no, tu elijes” Yo pensaba en eso y en la manera en que lo dijo. Novia. Esa palabra es muy formal para un vacilón. Me asusté un poco. Como vio que no respondía, paró en seco y me miró.

¿No es muy rápido?

No hubo necesidad de responderme, sus ojos lo hicieron por él. “¿No es tarde para pensar en eso?”. Sí, era tarde para pensar en eso. Quise tragar todas mis palabras, y si era posible, el día entero. Quise retroceder el tiempo y evitar hacer lo que hice. Pero hubo algo que frenó mi actitud de arrepentimientos.

¿No crees en el amor a primera vista?

Es ahí donde me di cuenta de que lo que estaba iniciando, iba a ser algo que no iba a olvidar fácilmente. Las comisuras de mis labios subieron hasta formar una sonrisa, una voz en mi cabeza gritaba “Cuando analices tu vida dentro de cincuenta años, no vas a querer admitir que no te atreviste a hacerlo”.


Y se atrevió.

sábado, 9 de julio de 2011

Respirando con mi mamá.

No sé qué contar, pero tengo ganas de escribir así que... ya saldrá algo. Creo que empezaré por describir la escena. Estoy escuchando electro, bueno, ESTABA escuchando. Ahora estoy con System of a Down (Atwa, para ser más exacta). Ando en buzo, como cualquier sábado por la tarde: cómoda y tranquila. Podría estar más cómoda si estuviera echada en mi cama, pero hace unas semanas me salió bendito aviso "Considere cambiar la batería" y bueno... no ando muy bien de dinero entonces tengo que cuidar que ésta no se sobrecaliente. La canción cambia a Nirvana. Smells like Teen Spirit. Inmediatamente viene a mi mente una de las tantas imágenes que alguna vez busqué de Kurt Cobain. Reviso el Facebook y esbozo un par de sonrisas de rato en rato. Es que en Facebook uno encuentra de todo, por ejemplo ahora, que leo comentarios de gente que quiere desde embriagarse hasta faltarse el respeto hasta buscar compañeros de estudio para el examen de subsanación del lunes. En el mar de actualizaciones que minuto a minuto vomita el "Más Recientes" leo uno que me llama la atención. 

"Qué día para más genial". Hace 18 horas. 


Ayer. Ayer sí fue un día estupendo. Ayer me dieron notas de los exámenes que no creí aprobar pero que finalmente aprobé. Ayer la necedad visitó el campus y nos infectó a mis amigos y a mí después de clase. Ayer me di un respiro, un tiempo para mí. Llegué a almorzar a caer de cuatro, estaba cansada y tenía hambre. Almorcé leeento, casi sin ganas. Crucé un par de palabras con mi abuela, que estaba molesta. "Tu mamá no se ha aparecido en todo el día, anda a buscarla". Yo estaba cansada y de verdad no tenía más intención que terminar, cerrar la laptop y echarme a dormir, así me digan que dormir después de comer engorda. Me importaba un pepino si engordaba, tenía sueño y punto, pero la doña andaba preocupada por la otra doña, entonces no tuve más que inventarme las fuerzas. 

Vi por la ventana y el cielo estaba nublado, como me gusta.


Se notaba que el frío era quien dominaba ahí afuera, entonces me abrigué. Colgué del hombro el bolsito que me acompaña a todas partes y salí en dirección a la que -en teoría- es mi casa. No estaba. Subí a su cuarto y las cosas estaban intactas y ordenadas, entonces descarté la opción de que hubiese salido minutos antes. Mi mamá es desordenada... casi tanto como yo. Bajé al comedor. Mis papás suelen dejar notas encima de la mesa cuando no están. "Vuelvo temprano", "Fui a comprar", "Estoy en casa de Patty", "Fui al Banco" y cosas así, pero nada, esta vez no había nada. Vi la hora y eran las cinco y algo. Llamé a mi abuela para decirle que no estaba. 

Y tuve una corazonada.


Hace un par de semanas que el sindicato del trabajo de mi mamá está en huelga. Desconozco las razones pero sé que la huelga ha perjudicado a todos, incluso a mi mamá. Por una extraña razón pensé que mi mamá había ido a averiguar cómo iba todo a la plaza, que es donde se ha atrincherado el sindicato. ¿Y si no está? Bien, si no estaba tenía mi plan de resguardo: a pocas cuadras de la plaza está la Biblioteca que acababan de inaugurar hacía no más de dos meses, la Mario Vargas Llosa. Desde que abrió sus puertas moría de ganas por ir y si no encontraba a mi mamá, esa era la oportunidad. 
Salí de la casa y cerré con llave. El viento y el frío hacían de las suyas, pero el cielo era hermoso y eso era más que suficiente para soportar lo otro. Caminé a tomar el bus, que no estaba muy lleno cuando subí. 


Me sentí mayor, casi adulta... por no decir vieja.

Me sentí responsable yendo a buscar a mi mamá, preocupándome por ella como muchas veces ella lo hizo y lo sigue haciendo por mí. Caminé y llegué a la plaza. Vi un montón de gente, pero entre la multitud logré distinguir un grupito que escuchaba atentamente las palabras casi gritadas de una señora que se veía muy segura de sí. Di un vistazo rápido, como si así iba a encontrar a mi mamá. 

Y la encontré.

Estaba paradita, casi al final. Se veía preocupada. Me imagino que tendría las razones suficientes para estarlo, lo poco que escuché de la señora que al parecer era la presidenta del sindicato no significaba ni una sola buena noticia. Me dirigí hacia ella -mi mamá-, bajo la atenta mirada del grupito que ya me había identificado como una no-trabajadora. Le toqué el hombro despacio, para que no se asuste y volteó. Sonrió bonito y con sorpresa. No dijo nada. No me preguntó ni por qué fui a buscarla ni cómo supe que estaría allí. No pasaron muchos minutos para que la improvisada asamblea termine. Las amigas de mi mamá me vieron con sorpresa y me hicieron sentir guapa, grande, bonita y todo lo que las amigas de la mamá dicen cuando ven a uno después de lo que hacen parecer veinte mil años cuando en realidad fueron dos.


Le dije mis planes y accedió.

Caminamos hacia la biblioteca, me sentí lo máximo. Yo saliendo con mi mamá y no era para pagar cuentas o para comprar... era para ver libros. Mi mamá nunca pareció muy interesada en que a mí me atraigan los libros y esas cosas. Lo tomó como algo paralelo a mi edad, como un gusto más. Fuimos y en el camino le dije que me gustaría estudiar Literatura a la par de Ingeniería Comercial, ya que no pudo ser mi carrera principal. Me miró, me sonrió y me dijo que por qué no. Me sorprendí mucho, considerando que hace unos meses me dijo que moriría de hambre si lo hacía. Supongo que las cosas han cambiado porque ya no sólo estudiaría eso, sino lo haría como una segunda opción, como un hobbie profesional. (¿se podrá decir eso?). 


Entramos y fue otro el mundo que me saludó.

Detrás de las rejas y en medio de las paredes de sillar, otra dimensión me dio la bienvenida. Había una pileta y la caída del agua era lo único que se escuchaba en medio de ese silencio que transmitía una incomparable paz. Fue hermoso, sinceramente hermoso. El lugar tenía flores, no recuerdo cuales pero se veía bonito. La noche, las luces, la gente inexistente... Paz. No era más que eso. Ingresé a una sala, donde habían muchos estantes que no estaban rebozados de libros, pero que sí tenían un montón. Le hice una seña de saludo a la señora que cuidaba la sala y pisando despacio ingresamos. Empecé a ver los libros con detenimiento. Leía los títulos y muchos de ellos me eran conocidos. Me distraje leyendo uno a uno y vi que mi mamá hacía lo mismo. Agradecí hablar con señas y le dije que me gustaría leer ese, señalando uno con el dedo. Me preguntó cuánto estaba y le dije que no creía que estuviera en venta. 

Me causó gracia que mi mamá quiera comprarlo.

Seguí viendo los estantes, había uno dedicado exclusivamente a las obras de Vargas LLosa. Vi uno, Reportero a los quince años y me llamó mucho la atención que estuviera ahí a pesar de que no lo hubiera escrito Mario. Lo tomé y empecé a leer las primeras hojas y bien, descubrí que hablaba de Mario en su interior. "Voy a leerlo", le dije en señas a mi mamá que también lo cogió con notable interés por saber de qué se trata. Me paseé por la salita de cuatro paredes que no era inmensa pero sí grande. Que no estaba repleta pero sí llena. Que no estaba infestada de gente pero tampoco era solitaria. Que no pecaba de silencio mortal pero sí de acogimiento. Un lugar hermoso para leer. 

Pero más hermoso fue lo que vi.


Vi que mi mamá no paseaba perdidamente la mirada entre los libros que se distribuían entre el estante de MVLL, el estante de autores peruanos, el de los latinoamericanos, el de los europeos y el de los clásicos.
Ella leía y le importaba lo que leía. Tomaba libros y los leía. Esa imagen quedó grabada en mí y me trasladó a la felicidad del casi-llanto que al recordar vuelve a acecharme. Fue increíble, fue genial. En mis planes tengo regresar con frecuencia y me atreví a decírselo a la bibliotecaria. Salí del recinto con esa sensación a vida de la que pocas veces somos conscientes a pesar que cada día nos la regala. Mi día de ayer sí que fue hermoso.

domingo, 3 de julio de 2011

Gracias cielo, por nublarte y estar conmigo.

Domingo, casi son las diez con treinta de la mañana. Estoy tomando el desayuno en mi escritorio, al pie de mi ventana. La cortina está graciosamente abierta, toda inclinada, casi rebelde. Parece que hoy no saldrá el Sol. El cielo está gris, como si alguien lo hubiese cubierto de algodón bien estirado. Intento vanamente buscar imperfecciones en esa superficie, pero no hay. Bien que puedo imaginarlas, pero es por gusto. Qué excelente trabajo hizo Dios esta mañana. Me imagino cambiándome. Jeans, botas, algún polo y el abrigo. Las manos al bolsillo y el cabello suelto. Me recuerda a una navidad, la del dos mil ocho. 

Ahhh, coño, por qué tuve que acordarme. 

Aquella vez yo fui un alma en pena. Me escurría por las calles vacías de cielo nublado que no hacían más que relajarme. Darme paz. Ponerme triste, pero estar calmada. Quieta. En silencio. Reflexiva y en automático. Las manos en el bolsillo y la nariz helada. El cabello suelto y los ojos chinos. El cielo lo mejoraba todo. Las casas se tornaban más bonitas, más elegantes. Las imaginaba sacadas de una película, de un cuento. Con ellas me distraía. Caminaba sin rumbo y pensaba en mi suerte, en mi vida, en mi futuro. 

En el suyo y en por qué dejó de cruzarse con el mío.


Me atrevería a decir que me causa risa pensar en una niña deprimida -porque en ese entonces era una niña y sí que estaba deprimida- pero me abstengo por la simple y llana razón de que era yo. Y yo recuerdo muy bien eso que sentía y no era bonito. No era dulce. Era amargo como un limón y me impedía respirar. Lo imagino como una fruna que lo atora todo, bloqueando el paso, incomodando. Ahhh, vaya mariconada la de entonces. Triste yo porque... no sé por qué estaba triste. 

Miento, lo sé muy bien.

Pero no quería darle importancia, al menos no más de la que ya tenía. Pensaba en las noches, pensaba en los días. La música perforaba mis oídos y yo hubiese querido que perforase toda el alma. Que estremezca mis sentidos y que me haga sentir viva. Sé que exagero, pero ¿quién no lo hace cuando está así? Jajaja. Tonta yo, porque aún lo recuerdo. Pero qué bonito es hacerlo, ahora que ya no es costra sino cicatriz. Una cicatriz que es grande y visible. Así me siento ahora jaja, contando un poco de cómo viví la guerra, que no sé si debió serlo.


Gracias cielo, por nublarte y estar conmigo.

Pensaba mientras metía las manos a los bolsillos. En ese entonces no era un abrigo sino una casaca y en vez de botas yo vi zapatillas. Llanas, jóvenes, frescas. Dispuestas a pisarlo todo. Y así fue como pasó. Caminaba sin rumbo y se sentía bien, se sentía rico. Sentía que hacía algo por respirar y que ese algo estaba funcionando. Me identifico mucho con el cielo nublado. Así como el de ahora, así como el de diciembre del dos mil ocho. Creo que hasta me describe y si pudiera vestirse, llevaría una polera con mi nombre.  Recuerdo el pasado y me alegra reconocerlo como lo que es.