domingo, 29 de mayo de 2011

Mientras llovía.

Eran como las cinco de la tarde cuando salí de mi casa. Salí más o menos abrigada porque mi amiga me dijo que estaba lloviendo a cántaros por la suya (yo tenía que recogerla). Iba a encontrarme con Fiorella, Franco y José y sí, era muy cierto eso de que el cielo se deshacía en lágrimas. Fue tal el aguacero que vi cómo Fio pedía aventón para cruzar de una esquina a otra. Yo llevaba en la cartera las Crónicas y el cuadernito donde siempre escribo. Éramos felices conversando mientras caminábamos bajo la lluvia; esquivando los charcos de agua y cubriéndonos con los paraguas para que los carros no nos mojen al pasar. Veía el calor de mi aliento surcar el frío de la noche, disfrazándose de blanco para confundir a quien me viera y haciendo creer que fumaba. Jugaba con eso desde niña y me emocionaba, lo confieso. Caminamos un trecho largo cuesta arriba, para encontrarnos con gente que no conozco y de la que tampoco me acuerdo. Eran buenas personas, eso sí: amigables y divertidas. No las recuerdo no porque no quiero sino porque no puedo. Mi memoria es tan o más mala que mi suerte. Caminamos mucho, ya sin José que se quedó atrás con esos amigos. Éramos Fio, Franco y yo bajo la lluvia. Franco me dio un librito que hasta ahora no se lo devuelvo y no sé por qué. Tres días para Mateo, creo que era.   Lo leí tres días después. Un cuentito, corto pero bonito; de esos que te dejan pensando. Esa vez pensé en vivencias de muchachos de colegio; cosas que se hacen con la pura intención de experimentar y probar cosas nuevas. Cosas que pueden hacer daño o dejar lecciones buenas. ¿Pensé lo mismo cuando las probé? Tal vez, fue hace tanto que ya no lo recuerdo. Compramos un par de cosas y compartimos buenas horas, ahí bajo la lluvia que todo lo  mojaba. El cielo se hizo oscuro, los carros nos seguían mojando y los conductores se hacían los que no veían nada. Maldita gente, a veces pienso, que por divertirse un poco, sin querer, incomodan a otros. Si lo que menciono lo hago en nombre de ese jean blanco que terminó gris, sería exagerar; pero si lo hago pensando en todas esas veces que herimos a alguien y ni cuenta nos damos, sería contradecir la mentira. Ahhh... vaya libro, vaya día. Todo lo que pensé mientras llovía.

No hay comentarios: