Vi el reloj y ya eran pasadas las seis. Eran las siete y algo, no me acuerdo muy bien. Tenía muchas ganas desde hace varios días. Me animaba y me desanimaba. Iba a recordar muchas cosas si lo hacía y lo más probable era que hasta ni pueda dormir. Sin suerte, pensaría en eso el resto de la noche. Entonces por casualidades de la vida, me lo encontré. No tuve peros en decírselo, quería hacerlo y ya habíamos quedado en eso. He ahí la razón de mis ganas reprimidas de hace días: no se había dado la oportunidad. Pero la oportunidad ahora era perfecta, todo era propicio para que sea esta noche.
Entonces le dije para entrar al hotel.