domingo, 15 de abril de 2012

Fichada.

Dicen que el universo suele conspirar para que las cosas sucedan. Todo lo que ha sucedido, así es como ha tenido que suceder. No existen los "hubiera", tampoco los "y si...". Si así pasó, no hubo otra forma en la que pudo pasar. Todas las piezas de la vida cayeron como en una partida de tetris, una a una, dándose su tiempo, acomodándose y encajando.

viernes, 6 de abril de 2012

GO CRAZY

Me siento estúpida desde hace dos días. Es más, ayer abrí los ojos a las cinco de la madrugada. En mi cabeza, por una extraña razón, sonaba una canción de Chino y Nacho. Por ti me he vuelto poeeeta, hago rimas en mi vieja libreta... Miro al cielo esperando un comeeeta, para pedir un deseo! y es que te traiga hasta aquíiii-í-í-í!. ¿Podía dormir? NO. Ni para la universidad me despierto así. Todo esto parece una exageración ahora que lo cuento, pero en ese momento era tan... efervescente. Quería gritar, no sé. Estaba loca, ni cómo echarle la culpa a la resaca porque jamás tengo resaca. 

martes, 3 de abril de 2012

¿Uñas rojas?

¿Qué de malo tienen las uñas pintadas de rojo? El viernes pasado, como nunca, me alisté sin pedir permiso y tras un "ya vuelvo" me fui a divertir con un par de amigos a una fiesta cachimbo de la cual me arrepiento de haber ido pero esa ya es otra historia. Era muy tarde, habré llegado a casa a las nueve de la noche. Me bañé rapidísimo y me alisté en un dos por tres, lo único que me quitó tiempo fue pintarme las uñas y esperar a que el esmalte secara. Retiré de mi billetera las tarjetas de crédito y muchas cosas que no iba a utilizar -no debía utilizar- dejando sólo lo indispensable: un par de billetes, mi DNI y mi seguro contra accidentes.

Escribiendo del escritor.

Martes tres de Abril, nueve con treinta y ocho minutos de la mañana. Martes tres, Abril dos mil doce. Hace ya un tiempo, el escritor me dijo que no podía seguir con mi vida si es que sentía todo tipo de culpas. Que las culpas no me dejaban ser libre, no dejaban fluir mis ideas ni respirar. Me oprimían, lidiaban con mis instintos y escondían mis emociones. Me hacían poner nerviosa, me hacían ser falsa, me hacían equivocarme. Hacían que me quedara con las ganas. "Pero no te culpo", dijo y lo justificó con mi estadía de once años en un colegio de monjas. Once años en un colegio de monjas, chata. ¿Tanto pueden hacer? Lo peor y lo que es más terrible es que yo no lo noto. "Jamás me arrepiento de las cosas que hago", le dije desafiante, como si él quisiera incursionar en los ríos de mi mente, adivinar mi vida y predecir mi suerte.