martes, 23 de agosto de 2011

23 Alegres, tal vez más.

Hoy ha sido un día alegre. Hoy ha sido un día productivo. Mmm, productivo suena plomo, metálico, formal. Después de todo "hoy" tengo serias dudas sobre lo que es formal y lo que no, felizmente me despreocupa sí lo que es debería serlo y lo que no, no debería. También me he dado cuenta que tengo muchos planes pero necesito saber un poco de arquitectura para "planear" mejor lo que quiero hacer; puesto que no sé dibujar planos. Tal vez los haría en relieve y eso -aunque no estaría mal- sería como hablar de cómo "planear" el avión que me llevará a lo que quiero y que no es precisamente un lugar donde exista una pista de aterrizaje.

Creo que si lo pinto en un cuadro, sería una cúspide.

Una cúspide nevada donde todos se saluden con una sonrisa y donde mi mamá no sea la única que me pida autógrafos. Mamita, yo te los daría gratis aún así tuviesen algún valor. ¿Podré lograr que mi nombre pueda ser un sello? Se sentiría rico ver que ese sello, hecho de goma y con un soporte rústico dejara pensando a más de uno. Se sentiría bien ver un par de caras incómodas a la espera de un par de dichos firmados por ese sello que, a Dios rogando, sea de goma versátil y madera firme.

Segura y loca. Loca de sí misma y segura por su locura.

Loca como yo o segura como nadie. Nadie existe y luego piensa. Escribir es un don de nadie y todos podemos serlo: ser nadie, es la meta. Bien, bien, Maurizio, si algún día lees ésto, hoy empezaste a garabatear esa hoja a la que llamo "yo" y pretende ser "nadie". Las conclusiones las saco por mi cuenta, porque me da la gana y porque se me ocurren. Verán, hoy he descubierto que las cosas pueden no ser lo que creemos que siempre fueron, que todo ha de ir más allá y que eso depende de cada uno.
Lo de asombrarse a sí mismo lo sabía ya y, sin pecar de petulante, creo que también lo he sentido.

A propósito, se siente bien, se siente rico

¿De qué hablo? pues de escribir y tener como principal lector a nosotros mismos. Leer algo y asombrarse. Satisfacerse, complacerse. Saber que se hizo lo que mejor se pudo y que no fue por gusto. Que se logró el objetivo y que no importa que nosotros lo hayamos hecho: no será aburrido leerlo y releerlo sólo por placer. Placer. Placer y deseo. Deseo y vida. Vida y nadie. Nadie. La otra parte del concepto que empíricamente construyo día a día, es la que dice y reza que se puede escribir lo que sea y que no necesariamente ha de ser pupilo de la belleza. Basta con que genere algún tipo de reacción: felicidad, odio, tristeza; para que sea digno de ser llamado "escrito". Algo que creí siempre y que Maurizio, hoy, confirmó que hice bien en creerlo. 

Pero no seamos demagogos, que vergüenza me da.

Hoy también he descubierto que estoy llena de contradicciones, contradicciones que si me propongo puedo excusar. En la mañana tuve una conversación muy reflexiva con un buen amigo a quien llamaré Miguel. He sacado muchas ideas que, por miedo a perderlas, las pondré a la paporreta. En primer lugar, los hombres, a pesar de demostrar frivolidad, son todo lo contrario. Es decir, detrás de esa actitud calculadora y de esa frase que tanto odio "Estoy bien, no pasa nada", hay -como dice la teoría- un ser humano. Pero no un ser humano que sólo es de carne y hueso, ¡por favor!, hablo de ese ser inherente a lo humano: aquel que se equivoca, aquel que tiene sentimientos y aquel que, aunque sepa mentir muy bien jamás podrá mentirse a sí mismo.

Los hombres lloran y no por gusto.

En segundo lugar, coincidimos -Miguel y yo- que "todas las mujeres han hecho sufrir por lo menos a un hombre". Es cierto. Es una verdad absoluta y, aunque no muy orgullosa de ello, puedo decir que se aplica en todas las realidades -que desde luego, me incluyen-. Como le decía a Miguel: las causas son cosas que escapan de nuestra responsabilidad. Me explico brevemente. La mujer, por naturaleza, es coqueta. Esta coquetería puede ser desde maliciosa hasta sana. Maliciosa cuando la mujer es coqueta adrede, sana cuando lo es sin querer; por puro actuar efusivamente. Cuando se trata de la primera, pues, por más que quiera justificarla será injustificable; pero si se trata de la segunda, sí puedo pronunciarme. Pondré el ejemplo de saludar a los amigos con un abrazo. Hombre, un abrazo jamás se niega y menos a un amigo. YO puedo pensar eso. Otras chicas pueden pensar que soy una zorra porque abrazo a todos y ESE AMIGO -al que abrazo- puede pensar que quiero ir más allá.

Barbaridad de distorsión, mal usada y razón de tantos, tantos problemas.

A lo que voy es que por lo general no medimos las consecuencias de lo que decimos o hacemos, en realidad no es que defienda a las mujeres que van por la vida sembrando ilusiones y fingiendo que no lo hacen. No es que defienda a las que se niegan a lo que cualquiera se negaría: Ser feliz con algo que no queremos. Aplíquese "algo" como "alguien". Este segundo punto desembocó en una tercera conclusión. Díganme si no repica aún ese enunciado.

"Me niego a ser feliz con algo que no quiero".

Pues no quiso pasar desapercibida en mi conversación con el buen Miguel. Ni en la conversación ni en mi mente, así que empezamos a hablar -tal vez sin querer- del tema que es y, al parecer, siempre será mi "adorado tormento": Qué quiero ser. Qué estoy haciendo con mi vida, qué es lo que pasará. Hablé sobre mis cuatro carreras predilectas: Ingeniería Comercial, Derecho, Literatura y -el ultimamente engreído- Periodismo. Mientras hablaba me descubrí diciendo cosas que no había concretado. Me descubrí siendo dueña de un plan de vida que jamás narré y del que tengo miedo. Verán, jamás se me ha dado por planificarlo todo. ¿Por qué? Porque jamás se sabe lo que pueda pasar mañana. Por eso, por flojera y por miedo. Miedo a hacerme vieja pensando y miedo a hacer castillos en el aire. Miedo a que no sea como espero sea. 

Quien no se hace ilusiones jamás será defraudado, o algo así.

Esta mañana hablé como si hablar fuera lo mío. Lo digo porque no es cierto y mi argumento lo sacaré de la tarde de hoy. Me pongo muy nerviosa al momento de decir lo que pienso y lo peor es que no lo sé. Me pongo nerviosa porque, tal vez, tenga miedo al rechazo de mis ideas. A las finales esto me importa un pepino, mis ideas son y seguirán siendo mías; pero igual me pongo nerviosa. Me pongo nerviosa porque quiero decirlo todo tal y como lo pienso, porque quiero que me entiendan pero no puedo porque soy incapaz de exteriorizarlo sin irme por las ramas y sin parecer aburrida. Casi siempre me pasa y odio cuando luego de hablar, se me ocurren o "me acuerdo" de más cosas que quería decir pero ya no puedo porque mi oportunidad se fue caminando con las cuatro palabras peor vestidas que pude hacer desfilar. Ese "hubiera" que tanto odiamos, por lo menos yo. Y bueno, me quedó más claro que el agua y en el viaje de regreso conseguí plasmarlo de una pincelada.

Mi "yo" más sincero es el que escribe.

En ese rato me imaginé muchas Erika's gritando "na-na na-na" y revoloteando cual demonios en mi consciencia. Seres andróginos, si es que se me ocurre que el bien y el mal pudiesen confundirse como géneros sexuales. ¿Por qué géneros sexuales? Porque si se es hombre no se puede ser mujer, o si se es mujer no se puede ser hombre. Fisiológicamente hablando, claro está, y sin incluir las operaciones de cambio de sexo y demás, que no quiero confundir con la transexualidad a mis demonios. A lo que iba, si es que se puede ser bueno ya no se puede ser malo. El detalle en el que quiero hacer hincapié, es que, ya nada es malo o bueno. Todo lo bueno tiene algo de malo y todo lo malo tiene algo de bueno. Por eso, llamo a mis demonios como andróginos porque no son precisamente malos, pero tampoco son buenos. Son míos, de eso sí estoy segura. Y bueno, alguno de ellos -que debe ser dominante- hace que todos -que deben ser miles- se pongan de acuerdo en evitar hacerme malas jugadas cuando escribo y pasarme la factura cuando hablo.

No sé qué tanto estoy "hablando", ojalá se me entienda.

El hecho es que, creo, que soy buena en lo que hago. Y -aquí va mi última conclusión- si yo soy buena en lo que hago, todos somos buenos en por lo menos una cosa. Todos servimos para algo y si todos servimos para algo, con demonios internos o no, el mundo no está tan jodido y el pensar eso, me alegró el día. 

2 comentarios:

Victor Falconí dijo...

Bien, yo creo que aquí tienes material para muuuuchos posts, y si no lo dividiste fue tu decisión, porque, la verdad, es muy cambiante. Has tratado muchos temas. Con el que más me sentí identificado fue con el de tener varias carreras elegidas. Me gustaría hacer tantas cosas que pienso que esta vida no me va a alcanzar para terminarlas todas. Saludos y éxitos.

Anónimo dijo...

Chevere Chevere Chevere!