miércoles, 31 de agosto de 2011

Chau chicle.

Tengo un chicle en la boca hace tres horas y no sé qué hacer con él. Siento como si tuviera una bola de boliche entre los dientes. Una bola negra, brillante y pesada. El chicle pesa y me aturde. Pesa tanto que puedo imaginar los cinco años dentro de mi boca. Cinco años que desgarran mi mandíbula y la alargan hasta el piso. Quiero deshacerme de él y no puedo. Nunca antes un chicle me había parecido tan plástico, tan pastoso y tan sin sabor. Lo pongo de rato en rato sobre mis dientes, como una capa que cumple la función de "cobertor". Lo pongo ahí para no masticarlo. Juego con él mientras pienso cómo desecharlo.

Lo engaño.

El chicle, que no contiene dos pastillas sino cuatro, no se imagina la terrible culpa y el amargo peso que significa para mí, mi boca, mis dientes y mi consciencia. Durante toda la clase y al final de la presentación -de las que calculo fueron veinte diapositivas- me arrepentí enormemente de haberlo comprado. Recuerdo que lo compré a las siete y algo, justo antes de entrar a clases. A la par que miraba las imágenes en el ecran, imaginaba muchas escenas y recordaba otras tantas. Interpretaba las grafías que me hacían sentir una mala persona.

El chicle tarda cinco años en degradarse.

Ni bien lo leí empecé a masticarlo lenta y dolorosamente, como quien poco a poco va a perdiendo la ilusión. Y así fue. El chicle perdió su total encanto, su menta y su -en algún momento- divertido sabor. Me siento como en las películas en las que a manos del protagonista llega algún amuleto de infortunio y del cual tiene que deshacerse para desterrar la mala suerte de su vida. Tres momentos. Causa, efecto y problema. Mi problema es no poder deshacerme del chicle. El efecto es que después de la clase de Ambiental ya no quiero tenerlo. La causa de todo es la imagen de un chicle a media degradación que vi en dicha clase. 

¿Por qué no puedo deshacerme del chicle?

Porque si lo boto al tacho de basura se mezclará con los demás desechos. ¿Dónde debo botarlo entonces? Si por obvias razones no corresponde al papel, si no puedo botarlo junto a los plásticos porque si bien es cierto es un plástico NO puedo reciclarlo. ¿Lo boto a los orgánicos? Tampoco puedo. Los desechos orgánicos (cáscaras de fruta, semillas, restos de comida en general) tardan cuatro semanas en degradarse. Cuatro semanas que al lado de cinco años suenan mal. Y ni porque convierta términos. Cuatro semanas son un mes y un mes sería la doceava parte de un año. Una doceava parte de un año que nunca se igualará a cinco años. 
Sigo con el chicle. Hace un buen rato que he llegado a casa y mi problema sigue siendo el mismo. Está más que claro que no puedo botar el chicle a la basura porque no hay un lugar en la basura para el chicle. Entonces, ¿qué hago? ¿lo boto en el inodoro? Jalaría la bomba y chau problema. PERO NO. No puedo hacer eso, contaminaría el agua. 

Pobre chicle, debe sentirse un forever alone, ni el inodoro lo quiere. 

Hace un rato se han despertado mis sobrinos, que son mellizos y son gordos. Gordos y piernones. Maria Belén y Thiago están en el cochecito rojo de dos cuerpos. Sonriendo, gritando, disputándose un peluchito que es celeste y no sé si es hombre o es mujer. Pienso en ellos. Si boto el chicle en la basura o en el inodoro me olvidaría del problema "para siempre".  Si todas las personas piensan como yo -y lo más probable es que sea así- entonces todos botamos nuestros chicles en donde sea, total, "es basura". La basura se clasifica, se recicla. Si no lo hacemos, seguiremos contaminando el mundo. Deberíamos reciclar, o por lo menos clasificar nuestra basura para que los recicladores -valga decir que son ellos los que encuentran sus tesoros en nuestros  residuos- hagan su trabajo. 

Y no es demagogia.

Me altera ver a tanta gente meneando la cabeza de arriba hacia abajo mientras son testigos de verdaderas obras de arte convertidas en publicidades a favor del medio ambiente o cadenas de internet concientizadoras. De qué sirve que nos bombardeen con tanto si igual lo que hacemos es muy poco. Miro a los gordos, pienso en que algún día tendré hijos y puuuucha. No, no puedo así. ¿Qué hice con el chicle? Pues le abrí las puertas de mi estómago. Al menos dentro hará menos daño que afuera.

2 comentarios:

Oscar C. OKIPERU ® dijo...

¡A veces es tan complicado desechar un chicle!

(Con razón a veces es más difícil con la gente)

Victor Falconí dijo...

A mí me pasa lo mismo con el aceite D:, si lo botas por la cañería, contamina muuuucha agua D:, que se supone que hagas? Que lo eches sobre la demás basura para que termine goteando y ensuciando el tacho? Por suerte, mi mamá oyó que es mejor botar el aceite dentro de una botella plástica, y lo hago así desde entonces o____o. No sé qué le sucederá al chicle dentro de tu estómago, ese es el problema de tragarlo. Saludos.