domingo, 21 de agosto de 2011

Erte-malasú.

Estoy muriéndome con la gripe. No aguanto. No sé cómo es que me resfrié y no quiero saberlo por puro resentimiento. Me reivindicaría sólo para no reincidir en el error. Es terrible, es triste, es... ¿sofocante? Es irritante, es perturbador, es incómodo. Es inflamatorio, es enojoso, es infeccioso, es exasperante. Mortificante, desesperante, insoportable. Es vesicante, es repulsivo, es odioso.

Es jodido. 


Y no sé por qué últimamente estoy dándole color a mis escritos con la palabra "joder" y sus conjugados. Y si reviso el "expediente" tarde o temprano caeré en la penosa conclusión de que siempre he estado jodida y probablemente lo seguiré estando. Estuve jodida la semana pasada porque tuve una intoxicación al hígado ¡Y bueno fuera por trago! Me intoxiqué comiendo adobo. Ese domingo desayuné adobo, almorcé adobo, cené adobo y por si no me bastó, desayuné adobo al día siguiente. Casi como la canción, sólo que con Adobo.

Eso sí, con el mismo coro.


Luego, al día siguiente. Fui a la U en taxi, me desperté tarde -como siempre- y no tuve tiempo para imprimir mi trabajo de Contabilidad, entonces ni bien finalizó la primera hora salí corriendo hacia la librería del Pabellón F (cabe decir que es la única dentro del campus porque las demás están fuera y salir y entrar en esa situación iba a ser una verdadera jarana).

Cerrada la mariconada, más cerrada que monja!

Intenté salir por la puerta más cercana, todo para que el vigilante me cerrara el paso "sugiriendo" que salga por la de alumnos. Así fue como empecé a correr con el pique de asaltante que solía usar las mañanas en las que nisiquiera llegaba a la primera clase. Salí, imprimí, volví al mismo ritmo ¿Y todo para qué? Para escuchar un "Chicos, los trabajos los van archivando, a fin de mes los reviso". Bien, gracias. Al salir de clases, sin mentir, un aproximado de cinco balones (si es que no son más) cayeron cerca mío rozándome, o en su defecto, golpeándome. 

Imán de Balones, como dicen.

Temo por mi vida, esto ya está por convertirse en una patología CRÓNICA de la que no soy responsable. Lo peor es que el seguro de accidentes no cubre "pelotazos". Una de esas mañanas, por ejemplo, mientras conversaba con unos amigos recibí un "mate" de alguno de los jugadores de voley que estaban a más de cinco metros.  El impacto me movió el piso, me hizo llorar, tambalear y dar náuseas.

Teniendo toda una cancha, ¿justo tuvo que caerme a mí?

Las de voley, las de básquet, las de fútbol. Hasta las de frontón. Todas, ninguna me discrimina. No hay día, y lo juro, no hay día que no me pase y mis amigos pueden dar fe de ello. Es como si todos se pusieran de acuerdo al momento que hago mi ingreso a las canchas o paso por ahí. Una lluvia de balones caen cual meteoritos para hacerme asustar. Me siento el pollo de las vecinas de la Molina en el Especial del Humor. Triste, oye, triste. En la tarde del mismo día, caminaba con cuatro amigos. Pamela y Diego iban adelante. Atrás iba con Luis, que tomaba agua y entre broma y broma me dice: "¿Los mojo?". Asentí sonriendo y me puse detrás de él, para que no me moje. 

Pero por las puras.

No conté con que iba a "ganar potencia" embrocando la botella hacia atrás. "Disque para ganar fuerza en el chorro". Terminé empapada, mojada. AHHHHHHHHHHHHHHHHH COÑO, ya sé por qué me enfermé. Bueno. Lo peor no es eso, lo peor es que cuando empezamos a reír, los otros dos, ajenos a lo que había sucedido, voltearon y preguntaron el porqué. Luis, intentando explicarles mientras se carcajeaba -a costa mía, vale decir- hizo una demostración. 

Por qué frutamare hizo la demostración.

Yo seguía atrás y fui bañada por segunda vez. Fue el colmo, el colmo. De no ser suficiente llego cansada a casa, dispuesta a reponer las horas que no había dormido para hacer el trabajo que no revisaron y ni bien cierro los ojos suena el celular. Mi hermana. Bien, gracias. Anoche fui a comprar pastillas para la gripe. Caminé, arriesgándome a empeorar, hasta una avenida concurrida donde habían un por lo menos dos farmacias. 

Ninguna me quiso vender las pastillas.

"¿Su receta?" Me dijeron. "¿Qué, tengo que presentar receta?" Que esas pastillas son muy fuertes, que contienen no sé qué cosa. No le presté atención, lo esencial era que me venda y si no me puede vender pues no tiene caso. Caminé un tanto más, para encontrar una farmacia que si bien es cierto no era una de las que pertenecen a las grandes cadenas boticarias en el País, sí me quiso vender las benditas pastillas. Hoy, un día después, descubro que si mi gripe no está igual es porque está peor. Me atreví a pensar que me hizo algún truco con las pastillas. Que fui parte de un engaño. Creyendo incapaz a alguien de hacer semejante estafa, quise pensar que ya soy inmune a esa receta que fielmente me ha rescatado de los sombríos síntomas de la gripe. Sea cual fuera el caso, ya no importa. Lo que importa ahora es que tengo gripe, y si quiero hacer un resumen, pues también puedo decir que mi suerte es una desgracia y que a este paso no iré a la Universidad mañana ¿Cuál es el problema? Que todo el maldito día me la pasé dándole duro al capítulo que precisamente mañana revisarán.

Y que probablemente no presentaré.

2 comentarios:

Victor Falconí dijo...

No es taaan malo estar enfermo D:, al menos puedes descansar unos días. Ok, comer lo mismo a cada rato no le gusta a nadie, así como cuando mi mamá cocina como para restaurante y comemos lo mismo toda la semana. Y en cuanto a lo de imán de pelotas pues, a mí también me ha ocurrido que me cae la pelota y eso, solo hay que tener cuidado. Saludos y que estés bien.

Anónimo dijo...

MAS CERRADA KE CHARCHE DE MONJA pe