Trauma.

Ahora que uso lentes me siento toda una intelectual, aunque tengo miedo de parecer aquella niñita de sexto de primaria que tanto odié. Tengo una foto, que si mal no recuerdo se la regalé a mi mamá uno de los tantos días de la madre.

Para que me recuerdes, escribí al dorso.

Como si mi mamá no fuera a recordarme. Pero ahora que lo asimilo, tiene una naturaleza equivocadamente premonitora, como sentenciando a mi "yo" de entonces: Una niñita cachetona con lentes ovalados de un color azul oscuro, en uniforme y con dos medallas reluciendo en el pecho. Cualquiera que vea esa foto diría que se trata de una niña inteligente, dedicada a sus estudios, cero vida social y con un futuro abnegado como doctora. 

Tantas palabras que yo encerraría en una sola: nerd.

Digo equivocadamente premonitora porque no estudio medicina, porque soy lo suficiente floja y honesta como para ser inteligente adrede, porque los lentes que uso ahora son negros y me hacen sentir una estudiante de publicidad. Lo digo también porque no me dedico al cien por ciento en mis estudios debido a que vivo en una constante crisis de identidad, o en otras palabras, "porque no estoy segura de lo que quiero ser". Lo de vida social ha cambiado muy poco, los amigos que tengo son contados y más aún en los que confío. Ya no luzco medallas, pero lo más importante: no seré doctora. Un asco, tremendo asco mi foto. Me recuerda lo que pude ser y lo que no seré nunca. Creo que por eso mi mamá la esconde, ella sabe que si la encuentro no vacilaré en prenderle fuego y volver cenizas mi pasado. Un pasado del que no tengo muchos registros pero que aún así no me temblaría la mano a la hora de destruir. Y ya sé que estoy exagerando, pero así es como uno suele pensar cuando ve sus fotos de la infancia, ¿no?