lunes, 30 de enero de 2012

De maldiciones, escotes y fisioterapeutas pervertidos.


Después de haberme ausentado del blog por un aproximado de veinte días -culpemos a la SOPA y a su apocalíptico clan- y tras editar la presentación del blog -ojalá hayan notado el cambio-, quiero empezar diciendo que voy a morir joven. Ahora sí, estoy segura. Segurísima. Completamente convencida. Y esto por qué. Si mal no recuerdo hace un tiempo confesé mi terrible fuerza de gravedad con los balones y demás desgracias -pero por sobre todo, con los balones-, bueno, para los que me conocen no será noticia y para los que no, tampoco será novedad: tuve un accidente jugando básquet. La haría más simple y diría que me caí de cabeza pero no, esto es todo un acontecimiento. Es un accidente. 


accidente.- Cualquier suceso producto de una acción
violenta y repentina causada por un agente externo involuntario y
da lugar a una lesión corporal. Suceso eventual que
altera el orden regular de las cosas.

¿Suceso producto de una acción violenta y repentina? Sí, todo fue porque me caí de espaldas. ¿Agente externo involuntario? Claro, nada hubiera pasado si no me hubieran dado ese codazo en el ojo. ¿Lesión corporal? Por obvias razones. ¿Alteración del orden regular de las cosas? Lamentablemente, sí. Perdí todo un semestre. Bueno bueno, no me gusta hablar de eso, sólo fue una cosita breve para que se entienda la razón por la que tengo que asistir a fisioterapia de rehabilitación. Las primeras veces que fui me atendió una chica y sólo me hacía masajes al cuello. Como cualquier "primeriza" me imaginaba algo más, pero no. Todo fue tan simple como unos masajes. Un mes después el doctor me dijo que no hicieron efecto alguno y que tengo que volver a hacer fisioterapia. 

¿se imaginan lo frustrante fue escuchar eso?

Había estado más de un mes en reposo y me sentía tan o más grande que Snorlax. Sentía la urgencia de ir al gimnasio, por eso fui constante en mi tratamiento -valga decir que en toda mi vida siempre fui impuntual al tomar pastillas- y obedecí a todas las indicaciones médicas. Todo para eso, para poder ir al gimnasio y sentirme un poquito más decente. Pero no pues, no funcionó y debía que repetir toda la rutina. Amarga por mi suerte, volví a fisioterapia y me topé con la sorpresa de que ya no estaba la chica que solía adormitarme con sus masajes eclesiásticos. En su lugar, un... no sé si decirle chico o decirle señor. Dicho personaje bordeará los treinta años. Muy amable para mi gusto. La amabilidad es tan escasa en el mundo que cuando me topo con alguien que la "profesa" algo en mí dice que desconfíe. En fin, después de la primera sesión en la que no sólo me dio masajes sino también me electrocutó con algo muy parecido al lector de código de barras de Wong -jajaja suena gracioso, sé que no me electrocutó pero soy ignorante y no sé qué diablos fue lo que me hizo- confirmé mis sospechas: a la próxima vienes con un polo escotado, de preferencia los de tiritas.

¡¿¿¿¿Qué cosa????! 

Me imagino que debí abrir los ojos como los de un búho que al instante me dijo que era para trabajar con más comodidad y para no estropearme el polo. Asentí, me despedí y desaparecí. ¡Los masajes eran en la nuca, no en mi pecho! Además, ni que fuera el chico manos de tijera o la mole como para estropearme el polo con unos masajes. Hoy, que se lo conté a mi abuela -no fui a fisioterapia y me preguntó la razón-, ya se imaginarán lo que pasó. Ella se lo contó a mi mamá y mi mamá a mi hermano. Calculando la hora, mi hermana se enterará antes de las siete de la noche y mi papá una hora más tarde, cuando llegue del trabajo. El resto es historia. "No vas, buscaremos otro lugar".

Y así es como concluyo que la mía es una maldición.

Entiendo que no puedo zafarme de las desgracias y que debo continuar mi existencia resignada a ser un imán de balones pero al menos la vida debería permitirme el remediar o recuperarme de esos tropiezos, porque sino, mi final va a ser muy triste y sobre todo muy tonto. En las estadísticas que indican valores de peligrosidad, así sea el 1% y se estuviese hablando de cien personas, si es que yo estoy involucrada, yo soy parte del 1%. Ya lo he notado, hasta el mínimo detalle causa grandes efectos en mí. Cualquier cosa. Un simple codazo puede desatar todo un semestre de universidad perdido y un fisioterapeuta pervertido puede llegar a ser un mal tratamiento. Un simple comentario a mi abuelita puede convertirse en una razón más que alimenta la sobreprotección que recibo no sólo por parte de mis padres, sino también de mis hermanos. Arrgghh. La vi venir. 

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