miércoles, 11 de enero de 2012

De taxistas enamorados, lesbianas y colegios asaltados.

No sé qué clase de antisocial soy. Acabo de llegar del cumpleaños número veinte de una prima. Poniendo al día con la hora, seré precisa. Son las 11:20 de la noche. Ya estoy dentro de mi cama, eso supone que ya me cambié el piama, lavé los dientes, demaquillé y trasladé toda la ruma de ropa que estaba encima de ella a la silla. Estoy sobria y oliendo a hot dog.
Y dice así. Dos puntos. Qm Qmm.

Llegué con mi papá. Hasta ahí todo normal, digo, es una reunión familiar; llegar con tu papá no es tan rochoso como si llegaras a otro sitio. En fin. Desde la puerta principal se escuchaban las risas de los que, supuse, serían los amigos de la universidad de mi prima. Tercer año de odontología, todos bordeando los veinte años. Hasta ahí todo normal, aunque para ser franca, debo admitir que una pequeña parte de mí pedía entrar, saludar a mi prima con un abrazo, dejarle la cajita forrada con un papel de regalo muy pulcro y estirado, decirle que tengo que hacer algo e irme. 

Primer punto en contra.

¿Dónde estamos? ¿Por qué pensé en eso? Se me hizo extraño, eran ideas y sensaciones nuevas. Como tales no les di importancia, además de quererlo no podría porque estaba con mi papá. Bajó mi prima. La saludé y la escena fabricada en mi cabeza se repitió salvo las dos últimas partes: nadie tiene que hacer nada y por lo tanto nadie va a irse. Mi prima, muy considerada, me ofreció subir con sus amigos. "Ya, listo, dame un segundo que me lavo las manos". Verdad. Olvidé mencionar que fuimos en bus porque ningún taxi quiso llevarnos. Y ya se imaginarán lo que es viajar en bus. Creo que ese pesar mío, que aunque duró veinte minutos para mí fueron como dos horas -valga mencionar-, fue pieza clave en el quiebre de mi motivación el día de hoy.

Ojalá sea eso.

Luego de lavarme las manos y sentirme un poquito más decente después de haber bajado de ese horrendo bus, cogí mi carterita y subí a saludar a las... no me acuerdo cuántas personas fueron.... verán, pasa que di una vista rápida. En fin. Saludé y me senté. Todos ya se conocían, conversaban entre ellos y yo me sentía de otro mundo. Digamos que si todos hubiésemos formado parte de una analogía, yo hubiera sido el término excluido que dicho sea de paso, de seguro hubiera sido muy fácil de encontrar. Entonces no se me ocurrió mejor idea que hacer lo que siempre se hace cuando uno no sabe qué hacer.

Saqué el celular.

Releí un par de mensajes con la misma emoción como quien tiene enamorado afanador que textea tanto que tu bandeja de entrada se actualiza con la misma velocidad que tu cuenta de twitter, -cosa totalmente fuera de lugar porque no hay ningún enamorado afanador ni mensajes en cantidades industriales porque lo único que tengo son un par de notificaciones de Claro y mi cuenta de twitter-, hasta que se me ocurrió la genial idea de llamar a mi hermano con la excusa de que saludase a mi cumpleañera prima.

Y me salió linda.

Claro, ignorando el hecho que salí con cartera y todo del ambiente. Nada disimulada yo, como toda la vida. Le pasé el celular a mi prima y bajé las escaleras rumbo a la cocina. Me senté a conversar con la ahijada de mi tía que fileteaba pechugas de pollo. Fue una conversación amena, la mejor de la noche y lo digo sin sarcasmos. Estuvimos hablando de la conversación que tuvo con un taxista minutos antes de llegar. 

¿La cuento? ¡La cuento!

"Después de comprar todo esto me subí a un taxi. El chofer tenía una pinta de ser esos taxistas habladores con los que socializas durante el viaje. No pasaron ni dos minutos y dicho y hecho, me habló. Me preguntó si sabía descifrar los sueños. Yo me quedé fría porque, qué clase de pregunta era esa. Como lo cortés no quita lo valiente le dije que sabía muy poco. Para qué le dije eso, terminó contándome su sueño. Soñó con su ex enamorada. Como lo dijo en un tono medio insinuante decidí divertirme un rato y le pregunté qué estaban haciendo en su sueño. El taxista respondió que comían palta y que habían flores. Me preguntó qué significaba eso. Se supone que la palta es una fruta y el soñar con frutas significa embarazo, pero para no darle más alas al tema le dije que significaban chismes. El tipo renegó de la mujer. Sin querer terminó contándome su historia. Me dijo que la terminó por lesbiana. Que un día salieron a una discoteca y se puso a bailar con otro tipo. Que estaba algo picada pero que no estaba borracha. Que le reclamó el por qué de su actitud y al no encontrar respuesta él sacó a bailar a otra chica. Que después de dos canciones ella se acercó y le dijo que no haga eso, que si seguía ella iba a agarrarse a la chica con la que bailaba. Él dijo que se carcajeó por la escena de celos y que continuó bailando a pesar de la amenaza, hasta que la improvisada pareja de baile le dijo que iría al baño y que volvería. Su enamorada -o la que fue su enamorada- fue tras ella. Él creyó que se trataría de una pequeña actuación para alarmarlo, pero aún así las siguió y vaya con lo que se encontró. Tremendo encontrón que tuvo que presenciar. Desde ahí jamás salieron y así terminó todo".

:O

Para entonces yo me había hecho de un cuchillo y empecé a ayudarla a picar el paquete de hot dogs. "Qué barbaridad" le dije con tono de vieja cucufata. "Cada cosa con lo que uno se tiene que encontrar ahí afuera". Ella asentía con la cabeza. Me reí mentalmente. Se trataba de todo un personaje, porque no estás hablando del típico taxista que reniega del tráfico y comenta contigo los estragos de la mala gestión municipal y el atraso que ocasionan sus obras en la vía pública, sino de todo un galán frustrado víctima de un arranque lésbico de su novia aparentemente heterosexual. Y mientras comentábamos el porqué hay gente loca en la calle llegó mi tía con cajas de pizza y torta. Subimos al encuentro de los muchachos para cantar la tradicional canción de "Feliz Cumpleaños" y fuimos a la cocina a dividir la torta. Me ofrecí a llevar el postre a los invitados preguntándome si se habrán dado cuenta que me fui.

Nada emo yo.

Volví a la cocina pero esta vez para escuchar a mi primo narrar la historia del robo en el colegio donde trabaja. Ocho mil soles de por medio. Gente que se trepa por los techos. Secretarias que escanean huellas digitales. Una caja fuerte rota. Dos prófugos. Ufff. Podría sacar todo un libro de acción policíaca. Es decir, a mi lista de taxistas con anhelos de interpretar sus sueños y novias con arranques públicos de homosexualidad se agregan profesores con complejos de spider man, secretarias con dotes detectivescos y colegios que guardan su dinero en una caja fuerte prácticamente descartable en lugar de un depósito bancario. 

Bien, Perú, así progresamos.

Llegaron las casi once y mi abuela me llamó. Fue clara: Hay apagón, ven rápido o duermes en la calle. Es necesario decir que vivo en el departamento de mi abuelita y que ella está en todo el derecho de decir eso entonces ni corta ni perezosa cogí mi carterita y procedí a despedirme de todas las almas que ocupaban el recinto. Cuando llegué a mi prima y a sus amigos, mi prima hizo un comentario que me hizo reír. "¡Acá la gente ha estado reclamándote!". Yo sólo atiné a reírme hasta que una chica preguntó. "¿Es tu prima, la del inter?" "No, no" me apresuré en negar. Dicho ésto un chico respondió "¿Por qué no? si a mí me gustan las del inter". A lo que giré en su dirección y me reí. Desaparecí y en menos de cinco minutos estaba con mi papá en un taxi cuyo conductor contradecía al estereotipo hablador y cuenta-cuentos que había construido mientras picaba hot dogs. Miraba las calles mientras mentalmente le daba la razón a una amiga que acostumbra decir que no tendré enamorado jamás porque no salgo y cuando salgo no hablo con nadie. Que prefiero estar contando cosas en un blog en vez de estar conversando facebook; casi como ahora.

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