martes, 10 de enero de 2012

La traducción de mi leyenda.

Después de tanto esfuerzo, conseguí hacerlo. Siempre tuve la intención de plasmar en papel las cosas que me suceden, las que sé y las que me invento. Recuerdo que lo empezé en mayo. Todas las noches, después de hacer las tareas del colegio me encerraba en mi cuarto y mientras escuchaba música traía al presente todas esas escenas que, aunque sabía no iba a olvidar nunca, quería verbalizar por si a la memoria se le ocurre jugarme una mala pasada.


Hellsing, Limp Bizkit, Slipknot, Linkin Park, Papa Roach, System of a Down, The Rolling Stones, Campo de Almas, Creed, Puff Daddy, Rammstein, Zopilotes, Arch Enemy, AC/ DC, The Police, The Cranberries, Oasis, Judas Priest, Evanescense, Zen, Staind, Soda Stereo, Rata Blanca, Puddle of Mud, Pericos, Korn, Maná, Incubus, Los Prisioneros, Los Rodriguez, Líbido, Leuzemia, Lenny Kravits, Inyectores, Héroes del Silencio, Guns N’ Roses, Fito Páez, Estopa, Cementerio Club, Juanes, Ataque 77, X Dinero, Mago de Oz, Masacre y full mezclas de Dj Tiesto, Paul Van Dyk, Chemical Brothers, entre otros. Todos eso en mi Winamp. Música con la que me concentro, porque a decir verdad soy muy distraída. 


Música que inspira.

Siempre me ha gustado escribir en las noches, porque no se escucha ningún ruido, nadie te interrumpe. Sólo estamos yo y la música, que de hecho suena bajito. Tenía un cuaderno gordaso, de esos anillados que cuando los compras te imaginas no llenarlos nunca. Siempre compro cuadernos nuevos, no sé, es mi manía. Siempre que quiero empezar a escribir algo, tengo que hacerlo en un cuaderno nuevo porque me inspira empezar. Claro está que por un poema no voy a gastar todo un cuaderno, para eso tengo mi cuaderno de poemas. Otra de mis manías es que, a pesar de que puedo escribir a computadora y ahorrarme hojas, tinta y tiempo; lo hago a mano. Digamos que es mi tic. Me gusta escribir a mano y de ahi recién pasarlo a la computadora. En el traspaso siempre se me ocurren más cosas, y ahí siempre me rayo. Pienso que escribir a mano es rico, te sientes un escritor más, te das cuenta que es un faenón pero no te importa porque te sientes bien. Lo haces con esfuerzo, por eso es que uno cuida tanto sus manuscritos.


Mi abuelita renegaba a diario porque siempre me levantaba tarde para ir a clases. “¡Te levantas tarde porque te amaneces! ¡tanto que escribes te vas a volver LOCA!”. Pero aunque me jode tanto con eso de amanecerme, vivir entre cuadernos y libros y toda la nota, parece que ya se acostumbró. Ahora tranquilamente le leo una partecita de lo que escribo en mi agenda y hasta me da sugerencias.
Terminé de escribir -a mano- el libro a mediados de Julio. Dos meses y medio. La gracia no me costó mucho tiempo y no era para menos, pasaba más tiempo escribiendo mis cosas que haciendo las tareas del colegio.

Mi profesora de Comunicación era el único adulto enterado de mi proyecto. Después de ella, lo sabían mi hermano y algunas amigas.
Siempre me gustó escribir y creo que se lo debo a la crianza de mi abuelita. Ya me imagino a la pobre doña que en su vejez tuvo que cuidar a un fico enano tan travieso y a su vez darse tiempo para cumplir con sus demás actividades. A pesar de su edad, siempre admiré – y admiro – ese lado que la hace tan activa, tan llena de vida, de voluntad, de ganas por terminar lo empezado y de seguir. En mis vagos recuerdos de la infancia, logro rescatar algunos de esos días en los que mis papás se iban al trabajo y mis hermanos a estudiar. Yo me quedaba con Doña Anita, que no hallaba la forma de distraerme para poder hacer sus cosas como la fiel ama de casa que era – y es –. Fue entonces cuando rescató del olvido a uno de los objetos que marcaron en su juventud. Me sentó entonces al frente de ella y me dejó tan divertida con el ensordecedor sonido que producía la máquina de escribir. Asumo que como toda niña empecé con las dudas acerca del divino aparato. Desfilaron entonces libros de cuentos y el famoso Coquito. El primer cuento que escribí fue El Conejo Feliz y creo que me inspiré en el de Alicia. Lo recuerdo muy bien porque con él aprendí el significado de la palabra azotea – enseñada por mi hermano –, y porque fue el primero.

De los demás, ni luz ni sombra. 

El título inicial del libro era “Fábulas de Muchachona”. De verdad que me gustaba ese nombre, tenía un significado muy especial. En el relato, además de los miembros de mi familia y algunos amigos, hablo en especial de dos personajes de ojos verdes. André y Martín. Dos gatos. Dos animales. Dos bestias. Y como cualquiera que lea el libro va a pensar por lo menos una vez “Eso si es cierto” coincidiendo en mucho, asumí que al final uno salía feliz con una moraleja. (Mi moraleja, por ejemplo, es que jamás debes dañar a un escritor. Éste puede escribir todo un libro para difamarte). La moraleja es algo que viene estrictamente relacionado con una Fábula. De ahí el nombre.
Todos a cuantos consulté – que no son más de tres o cuatro personas – estaban de acuerdo. Todos excepto mi hermano. Los hermanos nunca mienten, y el mío tiene bien merecida su credibilidad. Su crítica no iba tanto a lo de “Fábula”, sino a la parte de “Muchachona”. Que muchachona es una palabra muy vulgar para dirigirse a una chica decente, blablablá. Cámbialo por uno que deje a entender desde el principio que eres una señorita. La verdad es que al principio me daba igual, yo quería ese título y el resto me importaba un comino, total, después de leer el libro se entendería mejor.
Pero aquel comentario me dejó pensando.
Empecé a buscar nombres que suenen a señorita y no se me ocurría ninguno. Señorita. Miss.
Me quedé con las ganas de “Fábulas”, pero cada vez que leía y releía los manuscritos en busca de algún error que se me haya podido escapar, tuve la impresión de que se parecía a un reporte, a un diario. A una Crónica.
Y bueno seguí leyendo hasta que, después de leer la par del “Examen de Aikido” donde dice: “Señorita <<Me pudro gratis>>” Se me vino a la mente “Miss. Simpatía”. “Miss. Crónicas”. Y verdes ya fue por añadidura…


Miss. Crónicas Verdes.

Cuando se pronuncia, suena a las crónicas que, además de ser verdes son de mi propiedad. Pero todo cambia cuando se lee. Ahí ya adquiere otra insinuación. Sugiere al concurso de belleza y que, por chifladura del jurado se les escapó un título. Cuestiones de autoestima.
Tengo tipeados los manuscritos desde Agosto del 2009. Sí, lo hice a los quince años y ese es un pequeño detalle que juega a favor y en contra. Lo bueno es que lejos de los comentarios, me he demostrado a mi misma que soy buena haciendo lo que me gusta. Lo malo es que no puedo registrarlo siendo menor de edad. No puedo o al menos eso es lo que me han dicho.
Sigo con los manuscritos. Por si acaso, los tengo quemados en un CD. Por mis dieciséis imprimí un juego y lo empasté en una imprenta (lugar donde pasé la verguenza de mi vida cuando me preguntaron quién hizo la edición de la tapa y no supe cómo decir que fui yo). Pero lejos de todas las dificultades, se siente demasiado bien poder ver cómo toda una historia, todo ese bloque de esfuerzo y ganas se puede contener entre dos tapas. Es genial, de verdad que sí.

El anterior post fue rescatado de uno de mis blogs perdidos hecho hace casi dos años, he aquí el enlace: http://erikazeballos1649.lamula.pe/2010/02/13/miss-cronicas-verdes/erikazeballos3

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los derechos de autor son automáticos. Apenas plasmas algo de tu creatividad en un soporte físico o virtual ya se configuran los derechos de autor. No necesitan de un registro ni mucho menos. Es más, en el Perú no existe ningún registro de obras de arte ni nada. Solamente se mandan tres ejemplares del libro a la biblioteca nacional para su depósito legal.
Así que no existe ningún problema en que seas menor de edad.

Erika dijo...

Fue otra la historia que me plantearon. Qué excelente, aunque un poco tarde me llegó esta noticia. El viernes me hago mayor de edad. De todas maneras gracias, sería estupendo me informaras un poquito más del tema, buenas vibras.