sábado, 3 de septiembre de 2011

Vueltas revueltas de palabras.

La vida me devuelve a su ritmo en una noche de sábado que no planifiqué. La nariz, húmeda, respira constantemente en un compás incansable e interminablemente perfecto. Suspiro dos veces. Una canción de Calamaro suena en mi cabeza y se repite cual cinta malograda. "Aturdido y abrumado por la duda de los celos,  se ve triste en la caaantina un bohemio ya sin fe...". Mi abuela siempre renegó de por qué me gustan las canciones para borrachos, las canciones para descepcionadas, las canciones melancólicas; esas que sólo hablan de amores no correspondidos, de amores traicionados y de corazones rotos. Yo no tengo amores no correspondidos, no me han traicionado y tampoco tengo el corazón roto.

Creo.

Y si fuera cierto pues, no duele ni incomoda y eso para mí, es más que suficiente. Miro una botella de Coca Cola vacía a mi costado izquierdo y pienso en todo lo que pude haber hecho esta noche. Pero no. Tuve que decidir quedarme en casa, ¿y por qué? por simple flojera. Por amor a mi cama y al buen dormir. Por el cansancio y por la pereza de alistarme. Para empezar, me causa un esfuerzo de increíble agotamiento físico el sólo hecho de ponerme en pie y bañarme de nuevo. Sí, bañarme de nuevo porque de esta casa no salgo sin haber pisado la ducha y no cuenta el baño de la mañana. 

A esta hora la gente ya está ebria.

Bailando como gusanos epilépticos y gritando en vez de hablar. Pidiendo encendedor, cerrando los ojos mientras se mueven, sonriendo como si fueran parte de las publicidades de Colgate. Coqueteando, flipando, besando -ya sea a sus parejas o a parejas de la noche-. Pidiendo más trago, yendo al baño a maquillarse. Envolviendo algún bate, sosteniendo una pipa. Limpiándose la nariz. Estirando el brazo en alguna avenida. A bordo de un taxi. Haciendo cola para entrar a alguna de las discotecas. Pagando una entrada al cine. Abrazando a otra persona. Hablando por celular o alistando copas. Apagando la televisión, conversando en algún sofá o viendo una película. Vistiéndose o desvistiéndose. 

O como yo, con los dedos pegados a un teclado.

Debería estar corrigiendo Las Crónicas Verdes. Debería estar con mis amigas. Debería estar viendo alguna película. Debería estar en piama. Debería estar repasando matemática, administración o estadística. Debería leer economía. Debería comer algo. Debería estar durmiendo. No sé, muy vaga soy. Me gusta entrar a la computadora para hacer sencillamente NADA y eso nos pasa a todos. Yo por ejemplo, ahora, ando escribiendo lo que mi cerebro vomita como si a alguien le importara. 

Pero no, yo sigo. Dale que dale.

Y aún así soy feliz. Soy parcialmente feliz. ¿Parcialmente? Sí, parcialmente, porque no soy totalmente feliz pero tampoco soy infeliz por completo, entonces, lo más justo, es que mencione que soy feliz. Pero como no soy del todo feliz ni del todo infeliz pues entonces digo que soy parcialmente infeliz. Cosas obvias y vueltas revueltas de palabras. Ahora una canción de Carmencita Lara revolotea en mi mente, desplazando a Calamaro y sorprendiéndome. Se cambia rápidamente a otra de alguien que no recuerdo y se vuelve a cambiar por una de Mago de Oz. Tengo todo un mp4 en la cabeza, sería tan genial que tuviera todo un iphone ahí mismo. 

Me he vuelto adicta a Internet.

Y aunque eso, no creo que sea un problema, me parece que es peligroso porque puedo terminar hablando cosas que en realidad no transmiten nada, como ahora. Sí, justo exactamente como ahora.

1 comentario:

Disco King dijo...

Parcialmente, eso es exactamente.